La mayoría no somos consciente de ello, pero son indígenas, mujeres y hombres, quiénes con su trabajo producen gran parte de lo que la gente del Ecuador come. Las familias campesinas dedican cada día a labrar, sembrar, cuidar y cosechar la diversidad de plantas alimenticias que les sirven para sustento, intercambio y comercialización.
Las prácticas agrícolas se han conservado por generaciones y son fruto de una acumulación de conocimientos, que se han transmitido de padres a hijos, en el marco de una estrecha relación con la naturaleza. Pero esa sabiduría tradicional está en peligro, ya que para hacer producir a la tierra se ha olvidado que es “nuestra madre” y debe ser cuidada. Ahora, lamentablemente, es vista como un simple instrumento.
Antecedentes
Desde sus inicios, la humanidad sufrió las consecuencias de la falta de alimentos, lo que causó la mortalidad de los individuos y las colectividades. Sin embargo, en el siglo pasado, a mediados de la década de los 60, a raíz de la crisis alimentaria en el continente africano, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) convocó a una conferencia mundial para tratar lo que se denominó “seguridad alimentaria”.
El surgimiento de este nuevo concepto destaca la necesidad de que se reconozca como un derecho básico del ser humano, su abastecimiento de alimentación, sin importar la condición en la que se encuentre ni la región o el país en el que viva. Por lo tanto, la seguridad alimentaria fue definida como “el conjunto de acciones que garantice a la población en general el abastecimiento permanente y seguro de alimentos en cantidad, calidad y precios que satisfagan sus necesidades alimentario-nutricionales básicas”.
A raíz de esto, en la década de los 60, las fundaciones Rockefeller y Ford promueven la agricultura industrial en los países denominados subdesarrollados, a través de “paquetes tecnológicos” que incluían semillas híbridas, fertilizantes, plaguicidas, maquinaria agrícola y sistema de riego. Es decir, se dio inició a lo que posteriormente se conoció como “revolución verde”. Esta revolución se construye como una crítica a las formas de producción tradicionales; ya que promociona el monocultivo intensivo, con el objetivo de elevar los niveles de productividad y rentabilidad agrícola.
Críticas a la Seguridad Alimentaria
El enfoque de la seguridad alimentaria enfrenta tres críticas. La primera, sostiene que generar mayor producción no conlleva una mayor distribución de lo producido. La segunda, se centra en los impactos y efectos negativos que provocan los paquetes tecnológicos sobre la salud y el ambiente. La tercera, destaca la falsedad del discurso sobre la existencia del libre mercado agrícola y sobre el crecimiento económico de los pequeños productores.
Lo negativo en la Revolución Verde
Actualmente, los efectos negativos de la revolución verde se agravan con las nuevas tecnologías, introducidas al agro a través de la ingeniería genética, ya que se ha perdido gran cantidad de semillas tradicionales.
Desde principios del siglo pasado el 75% de la diversidad genética de los cultivos agrícolas ha desaparecido. China es un claro ejemplo, pues a principios de los 60 se sembraba 10.000 variedades de trigo, mientras que a principios de los 70 sólo 1.000 variedades.
Otro de los efectos negativos es la contaminación del suelo y del agua por el uso de pesticidas y plaguicidas, que ayuden a controlar las plagas y permitan que las cosechas crezcan más rápido.
El uso de semillas transgénicas perjudica la salud del ser humano, por ejemplo, consumir dietas ricas en soya modificada genéticamente, por su alto contenido de estrógenos, provoca una forma maligna de cáncer vaginal.
La Soberanía Alimentaria
El discurso de soberanía alimentaria aparece en la Cumbre Mundial de la Alimentación realizada en Roma en 1996. La soberanía alimentaria promociona la idea de garantizar alimentación suficiente a todos los pueblos, y es así que se convierte en un eje de diversas luchas campesinas que buscan: equidad social y económica, respeto a la diversidad cultural, sustentabilidad ecológica, protección al patrimonio biológico y cultural, participación democrática y soberanía de los pueblos.
A la vez, el concepto se constituye como un revitalizador del rol social, político, ideológico, cultural del campesino, convirtiéndolo en actor fundamental de las nuevas corrientes ecológicas, principalmente la ecología política y la agroecología o ecología de los pobres.
Además, la soberanía alimentaria rescata principios como el sumak allpa (tierra sin mal) y el (vida limpia y armónica). De igual manera, estos principios confrontan a otros principios como: la competitividad, la productividad, la rentabilidad, desde una ética irrefutable que se fundamenta en garantizar la supervivencia de la vida sobre el planeta.
En Ecuador, la soberanía alimentaria parte de los siguientes preceptos:
- la producción de alimentos no garantiza que todos los ecuatorianos accedan de manera adecuada a la alimentación. Así lo demuestran los niveles de desnutrición crónica, que en el sector rural alcanza el 26,1%; mientras en el urbano el 12,7%
- la disminución de la capacidad de consumo que tiene la población más pobre, y el aumento de la capacidad de consumo de la población más rica.
- el uso del suelo en el país, pues la tierra destinada para pastizales está en aumento y se prevé que a mediano plazo el país enfrentará problemas para abastecer su mercado interno con productos agrícolas.
La constitución
Con respecto a la soberanía alimentaria, el texto constitucional expresa el compromiso que el Estado asume para promoverla como un derecho de las personas y las colectividades (art.12-13). Se garantiza el abastecimiento para el mercado interno con productos libres de contaminación o elementos que puedan dañar la salud humana. Además, resalta la importancia que los alimentos tengan correspondencia con los patrones de consumo culturales.
De igual manera, la soberanía alimentaria es concebida como un objetivo estratégico (art.281). Para ella se establece, por ley, un fondo nacional de tierra, que regula el acceso equitativo de campesinos a los terrenos. Se prohíbe el latifundio y la concentración de la tierra, así como el acaparamiento o privatización del agua y sus fuentes (art. 282).
En relación directa con la soberanía alimentaria el Estado se propone fortalecer y diversificar las tecnologías ecológicas y orgánicas en la producción agropecuaria; promover la preservación y recuperación de la agrobiodiversidad y de los saberes ancestrales (art. 281).
Además, se prohíbe toda forma de apropiación de conocimientos colectivos, en el ámbito de las ciencias, tecnologías y saberes ancestrales. Se prohíbe también la apropiación sobre los recursos genéticos que contienen diversidad biológica y la agrobiodiversidad (art. 322).
Reflexión
En el año 2004, el Pentágono hizo público un informe en el que afirmaba que el cambio climático podría llevar al planeta al borde del caos, a medida que las naciones desarrollen armas nucleares para defender y garantizar suministros de alimentos, agua y energía cada vez más escasos.
El país ha tenido una histórica mirada agroexportadora. Fuimos el primer productor de banano, producimos cacao, producimos palma africana, ahora exportamos flores y tenemos una serie de productos no tradicionales que se miran con un altísimo potencial de exportación. Pero, la realidad es que por más divisas que genere la exportación de alimentos eso no garantizaría que podamos comprar alimentos para abastecer a la población si se produce una crisis alimentaria interna.
Sin embargo, también es de suma importancia precautelar otros elementos fundamentales de la vida de la gente: su cultura, sus tradiciones, su gastronomía e incluso la forma en que se asimilan alimentos a los cuales estamos acostumbrados; un cambio en la dieta es un cambio radical en la vida de la gente. Por lo tanto, bajo el concepto del “buen vivir” es fundamental proteger los elementos espirituales, culturales, históricos, gastronómicos, nutricionales y de supervivencia de los pueblos.
Sin lugar a dudas, es fundamental que los sectores urbanos tengan un acercamiento a la realidad de los sectores rurales, quienes abastecen los mercados internos, como una vía para comprender la realidad del campo y la importancia de este sector. El colectivo ciudadano tiene la posibilidad de cosntruir el “buen vivir” y la soberanía real del país, especialmente si nos enfocamos frente a un tema que es fundamental y crucial, como lo es el tema alimentario.