Después de un 2011 esplendido para el Partido Popular, donde salió victorioso de unas elecciones a las Cortes Generales (además de ser el partido con mayor número de escaños en las elecciones autonómicas, ganando incluso feudos socialistas, como pudiera ser Castilla-La Mancha, así como repitiendo en aquellas Comunidades que ya gobernaba), el 25 de Marzo de 2012 encontraba su fin.
El PSOE andaluz, de por aquel entonces Griñan, rompía las encuestas sobre las elecciones autonómicas en su favor, pues no olvidemos que la mayoría de los sondeos otorgaban la mayoría absoluta a los conservadores españoles. En coalición junto a la federación andaluza de Izquierda Unida, quienes doblaron su presencia parlamentaria de seis a doce diputados, hicieron posible mantener el rojo en un mapa autonómico azulado, bien por las famosas pinzas (entiéndase estas a gusto del lector) como en Extremadura, bien por el dominó de mayorías absolutas obtenidas por la formación liderada por Mariano Rajoy. Una vez más, los andaluces “tiraron” más del cleavage de posición social y voto que del voto racional, ante una crisis económica que les azotaba, idónea para que el votante del sur cambiara su tendencia por motivos económicos (entiéndase aquí el cruce de ideas sobre la escuela sociología del voto y las teorías del voto como tal). Se trataba del fin de un ciclo electoral en el que el PP fue formando gobiernos, unos tras otros, saliendo victorioso allá donde se presentaba. Porque, aunque en las elecciones andaluzas los populares obtuvieran, por primera vez, más escaños que el partido de la rosa (50 frente a 47), sabían que no conseguir una mayoría absoluta no era ganar. Ejemplo de ello son los rumores de que no se desplegó el cartel de partido ganador en el balcón aquella noche.
Ahora nos encontramos un terreno político nuevo, donde ya no juegan ni Griñan ni Chaves ni tampoco Arenas. Un terreno, contaminado por una trama de corrupción, que toma forma de fondo musical, llamado “ERES”, el cual siempre presenta alguna novedad. Ahora, aparece una candidata socialista, que quiera o no, sabe que puede aspirar a gobernar el Estado Español. Y además, un grupo de politólogos que nacen no hace más de un año y que saben cómo funciona esto (cual tablero de ajedrez se tratase), ilusionan como nunca lo habían hecho. Grupo al que tachan de populistas ¡Y claro que son populistas! No porque digan lo que la gente quiere oír, sino, porque rompen la estructura social clásica de la política[1]. En un contexto internacional, donde los vientos ya no soplan como de costumbre. Las elecciones europeas ya avisaron: los países del sur necesitan otra UE, al menos sus ciudadanos. En Italia coge fuerza política el Movimiento Cinco Estrellas, en Grecia gana por primera vez un partido que no se trata ni de socialdemócratas (al menos definidos así por ellos) ni conservadores, con un programa que pretende tratar de tú a tú a la Troika, al menos en la mesa de negociaciones.
Entonces, en Andalucía, con su eterna visión privilegiada de los dos mundos, el que moja el Mar Mediterráneo y el que moja el Océano Atlántico, y siendo la única parte de España que mira a África a los ojos, puede darse el comienzo. El principio de otro ciclo político, el principio de otra forma de hacer política (o al menos entenderla), el principio, junto con Grecia, del cambio de esta Unión Europea. Pues si bien el país heleno se caracteriza por ser el padre de la democracia, Andalucía, como bien decía la campaña publicitaria de la marca cervecera Cruzcampo, ” no es donde acaba Europa. Es donde empieza.”
[1] Como bien explicó mi compañero Antolín Sánchez en su artículo ¿Qué es el populismo? (http://mirillapolitica.com/2014/11/23/que-es-el-populismo/).
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